Uno de los objetivos de trabajo de América Solidaria es generar oportunidades de inclusión para niños, niñas y adolescentes en situación de discapacidad dentro de las comunidades en que viven. En Coelemu, una pequeña ciudad de la Región de Ñuble, el año pasado, junto a la ayuda de la fundación, se fusionó el Liceo Bicentenario Domingo Ortiz de Rozas junto al Centro Laboral Amaneceres de Carrizales, centro de educacional diferencial. El estudiante Luis Emilio Arenas Duva y las profesionales voluntarias de América Solidaria son parte de este.
La primera vez que Luis Emilio Arenas Duva entró al Liceo Bicentenario Domingo Ortiz de Rozas de Coelemu estaba nervioso. Ya había escuchado como era la convivencia del establecimiento porque en el pasaje en el que vive tiene tres amigos que estudian ahí, pero nunca había ido como un estudiante más. A mitad del año 2019, el Centro Laboral Amaneceres de Carrizales, en el que él iba, se unió con el liceo, creando así un nuevo proyecto de inclusión.
Luis Emilio terminó la enseñanza básica en 2016 y su familia decidió que lo mejor era matricularlo en el centro laboral Carrizales. Él tiene Discapacidad Intelectual Leve, lo que hace que sus capacidades se desarrollen hacia otras áreas.
Tiene 19 años y está en el nivel 2A, uno de los dos cursos que contempla el centro laboral, específicamente en el taller de mueblería. Ha aprendido a hacer mesas, tarimas para amasar y usleros, pero de lo que más se siente orgulloso es de una cuna que construyó. “Me gusta demasiado, porque aquí puedo soltar el cuerpo”, y añade, “la cuna la estaba haciendo un compañero, pero no supo cómo terminarla, tuve que hacerlo yo. Gracias al maestro es que puedo hacer esas cosas”. El maestro, como le dice, es su profesor guía en carpintería del que aprende desde hace más de cuatro años.
Cuando los 18 estudiantes del centro comenzaron a ir al liceo, fueron presentados a todos los estudiantes. Luis Emilio relata, “me daba un poco de vergüenza unirme porque había personas que no conozco”. “Al principio eran muy tímidos y no hablaban, pero nosotros nos acercamos y comenzaron a soltarse”, recuerda Catalina Marín, presidenta del centro de alumnos del establecimiento en 2021.
Como siempre, a final del primer semestre de 2019, iban a empezar las alianzas por el aniversario del liceo y, debido a eso, el centro de alumnos juntó a los estudiantes nuevos con un curso más pequeño. “Participé en la competencia de cuerpo a cuerpo, me amarraron una cuerda a la cintura y teníamos que empujarnos uno contra el otro”, cuenta Luis Emilio. Esto lo recuerda muy bien ya que fue la primera vez que se sintió igual a sus pares.
Una nueva etapa
En el proceso de integración, debido a la pandemia, tuvieron que hacer cuarentena, por lo que no pudieron verse todo el 2021. A pesar de esto, siguen en contacto. En el primer semestre de 2021 dos profesionales voluntarias de América Solidaria fueron a la comunidad para apoyar esta etapa de adaptación entre las instituciones. Las voluntarias periódicamente generan espacios virtuales donde se pueden unir los estudiantes y tienen la oportunidad de conversar, a esos también asiste Luis Emilio.
Con las profesionales han podido hablar sobre sus emociones en este último periodo, y los ayudan a comunicarse pese a la distancia. Catalina cuenta que cuando ella ha participado los chicos les cuentan cómo van en sus talleres, y añade, “a veces se frustran con sus tareas, nosotros les decimos que a la primera les puede salir mal, pero que sigan intentando, ellos toman los consejos y después nos cuentan cómo les fue«.
Además de esto, los estudiantes del programa han podido ir a sus talleres presenciales al liceo. Como Luis Emilio está en el de carpintería, va algunos días de la semana desde las 08:45 hasta las 13:30 hrs. Ahí a veces se encuentra con alguna de las voluntarias. Cuenta que la última vez que vio a una habló sobre anime, series y películas. A Luis Emilio le encantan, recalca que tiene 63 carpetas solo de anime en su computador, y que ya logró descargar la película Rápidos y Furiosos 9, la última en cartelera.
«Los chiquillos nos cuentan cosas y creo que nos ayudaron a madurar en ciertos aspectos», aseguró Camila, y añade:
«las discapacidades no influyeron en la relación como nosotros pensábamos, no los limita, ellos son felices con lo que tienen y eso nos ha ayudado a darnos cuenta lo afortunados que somos”.
Ella ahora está trabajando en integrar a los cursos más pequeños, primeros y segundos medios, para que conozcan a los chicos del centro laboral. Así la transición no será tan difícil, ya que ella y sus compañeros egresarán este año.
Lo que espera del futuro
Como Luis Emilio durante la semana va al establecimiento, confiesa que le gustaría compartir espacios presencialmente con los demás, y que espera que eso suceda pronto.
«En el poco tiempo que estuvimos con ellos igual se unieron mucho”, confiesa la presidenta.
Al salir del liceo Luis Emilio, a pesar de que se lleva bien con su bisabuela, tío y padrino, quiere vivir solo. Su plan ideal es comprar un terreno cerca de Coelemu y construir una casa con sus propias manos. Espera conseguir un trabajo para juntar dinero e independizarse. “Quiero seguir trabajando con madera, esto es lo que me gusta”, asegura, aunque no descarta aprender mecánica, “capaz que tenga un auto y no sepa cómo arreglarlo. Me gustaría tomar algún curso, además del de manejo”, confirma.