Hoy, como adolescentes y jóvenes preocupados por lo que pasa en nuestro continente, sentimos cada vez más necesario accionar, con la urgencia y rebeldía que nos caracteriza para Impactar en un mundo que pide a gritos un cambio antes de que sea demasiado tarde, pero que nos pone obstáculos en cada pasa que damos: Las instituciones son demasiado burocráticas y anticuadas, la generación que nos antecedió desconfía en gran medida del mundo al que queremos llegar, la desinformación está por todos lados.
Hoy en día, en medio de los toques de queda, ese mundo distorsionado al que llamamos virtualidad y la violencia que está viviendo mi país, Colombia, me pregunto si las pequeñas acciones que como jóvenes hemos hecho para que el mundo sea un lugar mejor han sido efectivas. Si valen la pena los trasnochos intentando nivelar la vida académica con el activismo; las tardes frente a una pantalla, esclavo voluntario de reuniones que a ratos me devuelven la fe; los nervios que ocurren minutos antes de hablar en un conversatorio. Tantos sacrificios ¿Lo valen?
Honestamente, no lo sé. Porque cuando te sumerges a hacer cambios sociales, nunca ocurren de la noche a la mañana. Como un amigo me dijo una vez, cuando un químico se mete a un laboratorio sabe cómo lograr lo que quiere a través de fórmulas: A + B = C, por el contrario, cuando trabajas con comunidades, o quieres cambiar tu ciudad/país/continente, A + B a veces no da C. Las matemáticas fallan. Los problemas ocurren. Y esa es la sensación que me embarca en medio de lo que estamos viviendo, que ha evidenciado todas las fallas estructurales que tenemos como país. Siento que por más que los soñadores nos esforcemos, A + B no da C. Algo no cuadra.
Entonces ¿Qué hago para seguir adelante? ¿Qué hago para seguir asistiendo a eventos, conferencias, actividades? Recuerdo una palabra: Solidaridad.
Si me lo preguntaran hace unos meses, la palabra solidaridad me parecería neutral, me daría bastante igual. Hoy, cuando me levanto en un país en el que a cuenta de la pandemia 21;000.000 de personas viven en condición de pobreza y en una ciudad (Cúcuta) en el que 5 de cada 10 personas son pobres, noto que es la solidaridad la que nos mantiene en pie. La que nos liberará del miedo de convivir con el otro, de ayudarnos entre hermanos, de salir adelante unidos, más allá de las diferencias ideológicas, nacionalidades o sentires.
Y será sólo la solidaridad, en un país en el que cada tanto nos sumimos en la violencia porque “Hablar nos quedó grande y optamos por matar” (MC. Leyki), la que nos hará comprender que necesitamos del diálogo y de verdades solidarias para avanzar. De verdad es que nos incluyan a todos/as, que unan el sentir de un país golpeado por la violencia y la desigualdad, que nos reconcilien con lo que somos para poder avanzar hacía lo que seremos.
Y ese es un llamado, que necesitamos hacer como jóvenes a nuestro país. Que nos escuchen, más allá del adulto centrismo propio de nuestra sociedad. Y que escuchen a todos los sectores de la sociedad exigen un cambio. Porque nuestras voces, son necesarias para lograr verdades solidarias y reconciliadoras, para cumplir la meta de una verdad integral.
Por:
Santiago Ramírez Cuadros.
Integrante de la Red Juvenil de América Solidaria
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Fundación América Solidaria Colombia