En el trabajo social, medir el impacto de nuestras acciones es fundamental para mejorar continuamente y garantizar que nuestras iniciativas generen cambios reales y sostenibles. Sin embargo, en muchas organizaciones de la sociedad civil, la evaluación rigurosa de resultados no siempre es una tarea sencilla. Existen diversos desafíos que dificultan la evaluación precisa de nuestros proyectos:
- Costos y recursos limitados: La evaluación requiere tiempo, personal capacitado y herramientas específicas, lo que muchas veces representa un desafío en organizaciones con presupuestos ajustados.
- Naturaleza de las intervenciones: En el mundo social, los cambios son a menudo cualitativos y de largo plazo, lo que hace difícil medirlos con indicadores tradicionales. A diferencia de las ciencias duras, donde una combinación de elementos produce un resultado predecible, en lo social intervienen múltiples factores externos que escapan a nuestro control. Es mucho más lo que no controlamos que lo que sí podemos controlar.
- Desafíos en la recolección de datos: En muchos contextos, la falta de sistemas adecuados de registro y seguimiento dificulta la obtención de información precisa, lo que hace necesario desarrollar estrategias innovadoras para recopilar y analizar datos de manera efectiva.
- Urgencias operativas: Las organizaciones suelen priorizar la atención directa a las personas beneficiarias, dejando en segundo plano el tiempo necesario para reflexionar y medir el impacto de sus acciones.
- Proporcionalidad en la inversión en evaluación: La evaluación es clave, pero debe haber un equilibrio entre la inversión total en un proyecto y los recursos destinados a medir su impacto. En algunos casos, el costo de una evaluación extensa puede no justificarse si la inversión global del proyecto es reducida. Es fundamental encontrar un balance que garantice el aprendizaje sin desviar excesivamente los recursos de la intervención misma.
A pesar de estas dificultades, en América Solidaria estamos comprometidos con fortalecer una cultura de evaluación y medición de resultados. Sabemos que, aunque no siempre es fácil, contar con datos y evidencias nos permite aprender, mejorar y dar mayor transparencia a nuestro trabajo. Por ello, estamos implementando metodologías de evaluación adaptadas a nuestra realidad, buscando equilibrio entre rigor y viabilidad.
Creemos que avanzar en este camino no solo fortalecerá nuestro impacto, sino que también contribuirá a la sostenibilidad y credibilidad del sector social en su conjunto. Además, la evaluación es una herramienta clave para la rendición de cuentas, no sólo ante los financistas y aliados estratégicos, sino, en primer lugar, ante las comunidades con las que trabajamos. La medición de resultados permite construir relaciones de confianza, reforzar la participación y el protagonismo de las personas involucradas y asegurar que nuestras acciones realmente respondan a sus necesidades y aspiraciones.
En una organización como América Solidaria, que cree en la participación y el liderazgo de los jóvenes, la evaluación no es solo un mecanismo de control, sino un medio para fortalecer el compromiso colectivo en la construcción de un mundo más justo.
Evaluación de impacto en un liceo del interior
Para ilustrar lo anterior quisiéramos traer un ejemplo de nuestra organización. Se trata de un proyecto implementado durante el 2024 y principios del 2025 con el objetivo de aumentar la tasa de egreso de los estudiantes de 6to año de EMS (educación media superior) en un liceo público del interior del país. En este caso, se aplicó enfoque integral que combinó técnicas cuantitativas y cualitativas para medir el impacto del proyecto implementado en la institución.
Como se ha señalado, el objetivo principal del proyecto era aumentar la tasa de egreso en 6.º año de liceo mediante tres ejes fundamentales: 1) Acompañamiento socioemocional a los estudiantes, brindando herramientas para fortalecer su bienestar emocional y motivación. 2) Apoyo académico, ofreciendo estrategias y recursos para mejorar el desempeño escolar y la retención en el sistema educativo. 3) Coordinación institucional y articulación con roles dentro del centro educativo, promoviendo un entorno de aprendizaje colaborativo y eficiente.
A nivel cuantitativo, establecimos una línea de base y la comparamos con datos del año anterior, lo que nos permitió evaluar de manera objetiva los cambios y progresos en los indicadores definidos. Esto nos brindó información clara sobre los efectos del proyecto en aspectos clave del desarrollo educativo de los estudiantes. En paralelo, utilizamos técnicas cualitativas mediante entrevistas en profundidad con distintos actores del liceo: docentes, estudiantes y otros miembros de la comunidad educativa. Estas entrevistas nos permitieron comprender no sólo los resultados numéricos, sino también las percepciones, experiencias y aprendizajes generados por la intervención.
Los resultados obtenidos fueron alentadores, tomando como base los dos principales indicadores definido previamente:
1) Alumnos promovidos totales. De acuerdo a los valores conseguidos para la construcción de la línea de base, durante el año lectivo 2023 se había logrado una tasa de promoción total de 20% de los alumnos matriculados en 6to año. Al finalizar el año lectivo 2024, esta tasa aumentó al 47% de los matriculados.
2) Alumnos con 1, 2 o 3 materias a examen. En la comparación con la línea de base, también se observó una reducción en la cantidad de estudiantes que se llevaron 1, 2 o 3 materias de diciembre. De un 56% que estaban en esta categoría en 2023, se logró reducir a 35% a fines de 2024.
Más allá de estos resultados alentadores, es fundamental reconocer que otros factores contextuales podrían haber influido en estos resultados. Por lo tanto, resulta ético y realista no atribuir el éxito únicamente al proyecto. Elementos externos, como los efectos rezagados de la pandemia sobre la cohorte anterior, podrían haber incidido en el rendimiento académico. También es posible que la generación del 2024 haya enfrentado el impacto de la pandemia en años intermedios (tercero o cuarto año), mientras que la generación de 2023 lo experimentó en etapas más críticas de su trayectoria educativa, lo cual podría haber afectado sus resultados académicos.
Otro aspecto clave en la evaluación de nuestras intervenciones educativas es la escucha activa de los estudiantes. Son ellos quienes viven a diario la realidad del sistema educativo, enfrentan sus desafíos y experimentan de primera mano las oportunidades de mejora. Evaluar no es solo medir indicadores de desempeño, sino también comprender cómo los adolescentes perciben el acompañamiento que reciben, qué valoran y qué creen que podría mejorarse. Poner a los jóvenes en el centro del quehacer educativo implica reconocerlos como actores fundamentales en la transformación de su propio aprendizaje. Sus voces nos permiten no solo validar el impacto de nuestras acciones, sino también diseñar estrategias más efectivas y pertinentes para potenciar su desarrollo integral.
En las entrevistas realizadas a los estudiantes, destacaron la importancia de explicarles de forma llana y accesible: “me gustó mucho como su forma de explicar porque a veces uno no entiende en palabras como más formales entonces ustedes explicaban todo más a nuestro lenguaje adolescente digamos, entonces eso también me ayudó bastante”. En otros casos, también se resaltó la empatía y la disposición: “cuando teníamos una duda o algo nos contestaban bien no era como que estaban ahí obligados a responder, sino que se nota como que les gusta su trabajo, eso también re ayuda porque puede que a veces ustedes lo expliquen 50 veces y alguien no entiende, pero aún así lo explicaban bien, no era como que ‘ah otra vez tengo que explicarle lo mismo’”
Como decíamos al principio, evaluar los impactos de la intervención social es un desafío complejo. En casos como el mencionado anteriormente, si bien se trata de datos altamente positivos, también es necesario considerar el contexto y otras variables externas para realizar un análisis más completo y objetivo. Es claro que necesitamos avanzar con honestidad hacia una cultura de la evaluación que nos ayude no solo a medir el impacto de nuestras acciones, sino también a mejorar continuamente, adaptándonos y aprendiendo de los contextos en los que trabajamos.
En América Solidaria, creemos que nuestro compromiso con una cultura de evaluación y el aprendizaje contínuo es clave para generar cambios significativos y sostenibles en las comunidades con las que trabajamos.