Recién egresada de psicología, Claudia Toledo, decidió postular al voluntariado profesional de la Fundación América Solidaria. En el año 2020 había realizado una serie de prácticas en modalidad online, pero el año pasado se enfrentó al desafío de implementar por primera vez el programa Accionadores de la Fundación América Solidaria en la Escuela Casa Azul, donde niños, niñas y adolescentes reflexionan sobre las problemáticas de su entorno.
Cuando Claudia Toledo se topó con la publicidad del voluntariado de la Fundación América Solidaria en su feed de Instagram, se detuvo y vio que cumplía todos los requisitos. No lo pensó tanto y postuló. Después de varias etapas de entrevistas y capacitaciones, por fin pudo aplicar lo que sabía por su profesión, psicología, y tomó el desafío de implementar el programa Accionadores, con estudiantes de 9 a 16 años, dentro de la Escuela Casa Azul de La Granja.
Accionadores es un nuevo programa de América Solidaria, que promueve el respeto por los derechos de niños, niñas y adolescentes en Latinoamérica, y que, en esta oportunidad, lo hace mediante su línea de trabajo dirigido a jóvenes. Accionadores busca que ellos sean capaces de observar e identificar necesidades de sus comunidades e intentar idear alguna posible solución o aporte desde su perspectiva. La voluntaria, Claudia, fue una de las tres profesionales que lideran este desafío de la fundación.
¿Qué te motivó a postular al voluntariado?
Mi motivación siempre ha sido el servicio social, ser un aporte, un instrumento que se ponga a disposición y sobre todo para la niñez. Por eso la Escuela Casa Azul y la Fundación América Solidaria representan todo a lo que apunto, lo que me interesa y me mueve.
¿Cómo fue implementar el proyecto?
Fue sido difícil, tuvimos niños que participan en Accionadores y que no conocí, que nunca he visto, especialmente a los que no prenden la cámara en las sesiones. No sé cómo son y trabajamos más de seis meses. Tuvimos que ingeniárnosla para que las actividades fueran lúdicas mediante una plataforma digital. Pero el contacto que generamos con los chicos lo valió.
El programa cuenta con nueve paradas, viéndolo como un viaje, con distintos tópicos tales como liderazgo, participación, trabajo en equipo, pensamiento crítico, entre otras. Estas buscan que los chicos se conozcan y conecten con su entorno. Por ejemplo, Amanda Albañez, de 6to básico, reflexionó sobre sus capacidades y se dio cuenta de que era fuerte, valiente y eso es lo que ella puede aportar al equipo, y así cada uno.
¿Y la participación de los niños, niñas y adolescentes?
Fue variada. Tuvimos el caso de Fátima, una de las más participativas y constantes, y no sabemos cómo es, nunca la hemos visto, ni escuchado, su presencia es solo por el chat. Ahí nos dimos cuenta que no solo los jóvenes que tienen la cámara y el micrófono encendido están comprometidos, sino que una niña que tenga activo solo su nombre puede aportar con un pensamiento reflexivo, crítico y muy buenas ideas.
Dentro de la lista de problemas que ellos planearon en las sesiones, identificaron que no habían computadores para todos y algunos niños tenían que conectarse a clases por un celular que debían compartir con el hermano/a y esperar a que el papá, mamá o abuelos llegaran del trabajo se los prestara. Desde ese problema vinculamos los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU que hace referencia al derecho al acceso a la educación, y repararon en que esa situación vulnera su derecho a tener una educación de calidad, al no contar con las herramientas necesarias, que antes era un libro o cuaderno, ahora es un computador ya que ese es el medio que tienen para respetar el derecho a educarse.
¿Cuales fueron los desafíos a los que te tuviste que enfrentar?
Para nosotras este proyecto fue un desafío sobre todo desde el adultocentrismo que llevamos muy abrazado. Cuestionando esto pudimos pudimos permitir y validar otras formas de expresión dentro de Accionadores en formato online.
Accionadores se transformó en un espacio para que niños como Fátima puedan expresarse sin presión ni miedo.
No podemos exigirles, tenemos que adaptarnos nosotras. El desafío fue generar un espacio colaborativo donde no hay tareas, notas, competencia, no hay que anotar apuntes, es un espacio libre de ellos y para ellos, un espacio seguro.
¿Con qué te quedas del voluntariado?
América Solidaria me ha permitido trabajar con la niñez desde la niñez in situ, no como una observadora, sino que desde acá y buscamos soluciones. Se da en un ambiente de trabajo donde yo sé que si necesito algo, puedo llamar y me ayudarán.
Fue una experiencia maravillosa, una montaña rusa entre el trabajo administrativo y los límites inexistentes que hay en el teletrabajo, pero el voluntariado lo vale. Esta experiencia me permitió desempeñarme profesionalmente en el ámbito de la psicología educativa y comunitaria, trabajar con niños, cosa que veía muy difícil.
Para mí lo más importante fue darme cuenta de que se puede trabajar en pos de la participación infantil, del respeto y la validación de los derechos de los niños, niñas y adolescentes. A pesar de que aún existen abusos, vulnerabilidad de derechos, falta de recursos, mala conexión, familias ausentes, pero se puede y hay que tener esperanza y seguir intentándolo, ya que con los vínculos precisos, como América Solidaria, se puede trabajar con la niñez. Claro que no podemos ayudar a 100 niños pero a esos pocos que logramos alcanzar marca la diferencia y la fundación te permite marcar la diferencia en la vida de ese niño, niña o adolescente.