La Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (CDN), un tratado internacional adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989 para reconocer y proteger los derechos específicos de los niños, establece claramente que la infancia es una etapa importante, si no definitoria, del desarrollo humano. Esto es así desde el nacimiento hasta los 18 años. Organizaciones como la ONU y UNICEF se suman a otras que reconocen la importancia de considerar un plan de protección infantil desde los primeros años para garantizar el pleno desarrollo de las capacidades del niño. En esta reflexión, nos interesa el periodo de la infancia comprendido entre los 3 y los 6 años. En nuestra opinión, se trata de una etapa crucial en el desarrollo humano.
A pesar de los compromisos asumidos por el Estado haitiano con esta convención, se observan muy pocos esfuerzos como prueba de la voluntad de garantizar el respeto y el disfrute de los derechos del niño, según el espíritu de esta convención. Es obvio que en la situación que ha prevalecido en Haití en los últimos años: el deterioro de la vida social y económica, los efectos de la pandemia, las catástrofes naturales, el deterioro acelerado de la situación de seguridad, las consecuencias de la guerra en Ucrania y el aumento del precio de los productos de primera necesidad, los niños son las primeras víctimas. Esta fragilidad de los niños es precisamente el resultado de la ausencia de una visión del Estado que no sitúe a los niños en el centro de sus prioridades.
Cabe señalar que el Estado haitiano ha firmado y ratificado la Convención sobre los Derechos del Niño para garantizar sus derechos. Sin embargo, es fácil constatar, tras una simple observación, que el Estado haitiano está lejos de tomar medidas para garantizar efectivamente el buen funcionamiento de la sociedad, y menos aún de construir iniciativas para garantizar el bienestar de los niños. ¿Es posible, en el contexto actual de Haití, que los niños disfruten de un desarrollo integral para convertirse en adultos responsables del mañana?
En primer lugar, hay que reconocer que los niños sufren el apoyo emocional y social, y están expuestos a una serie de riesgos. Hoy en día, el uso de la televisión, los ordenadores portátiles, las tabletas y los teléfonos pone a los niños en una situación delicada ante la violencia que predomina en las redes sociales; esto puede tener un impacto negativo en la mente, el comportamiento y las emociones de los niños; en segundo lugar, muchos niños están expuestos a la violencia de las bandas y a las armas a diario, y se ven obligados a abandonar sus barrios y buscar refugio en otros lugares. Estos niños también están permanentemente expuestos al riesgo de secuestro y a la trata de personas, entre otros.
Con todas estas carencias, unidas a las debilidades del sistema en cuanto al acceso a la educación, la sanidad y la ausencia de servicios básicos, es difícil seguir repitiendo que los niños son el futuro del país.
Es imposible prever lo que depara el futuro de Haití sin la implicación y el compromiso de los distintos sectores. Si retomamos la idea: «Somos el producto de nuestro entorno», somos el adulto resultante de la infancia que hemos conocido. Así, un niño que no ha podido beneficiarse de una educación de calidad, de un tiempo de ocio y que a menudo está expuesto a diferentes situaciones de violencia, tiene muchas más probabilidades de convertirse en un adulto frustrado y violento.
Estas consideraciones que acabamos de hacer sobre las necesidades básicas del niño, partiendo del espíritu de la Convención, nos llevan a reflexionar sobre la realidad de la infancia hoy en día; sobre la calidad del ciudadano que soñamos y finalmente sobre el tipo de país que queremos. Responder a estas preguntas es lo más fundamental a la hora de determinar las opciones de las políticas públicas en materia de respeto y protección de los derechos de los niños.
En este contexto, América Solidaria, junto con otras organizaciones, se toma muy en serio el tema de los derechos de los niños. Somos una Fundación que trabaja por la promoción de los derechos de los niños: en primer lugar por el disfrute de estos derechos; pero también por el conocimiento de los mismos. Somos una fundación que trabaja por la promoción de los derechos de los niños: en primer lugar por el disfrute de estos derechos, pero también por el conocimiento de los mismos. Con este enfoque esperamos contribuir a reducir las evidentes desigualdades de nuestras comunidades.
A través de nuestros proyectos transmitimos valores a los niños. Por ejemplo: el amor y la protección de la riqueza cultural y local; la necesidad de proteger el medio ambiente; el respeto a la fraternidad universal de los pueblos. También fomentamos la participación de los jóvenes y los niños en las decisiones que afectan a su futuro y al de la comunidad.
En la tradición del pensamiento haitiano se repite a menudo: «El niño de hoy es el adulto de mañana». En este momento, es urgente que todos los sectores trabajen juntos para garantizar los derechos de los niños, para que podamos esperar un futuro mejor para el país.